"La fortaleza real de la Iglesia radica en las cuentas de ahorro, los huertos familiares, las habilidades personales, el almacenamiento en el hogar, la fortaleza emocional, los talentos y los testimonios de cada miembro de la Iglesia y de la familia de la que cada uno de nosotros forma parte. Tengamos siempre presente que la mayor bendición del sistema de bienestar recae sobre los donantes y que también debemos trabajar para independizarnos y ser autosufícientes como familias, con el objeto de estar en posición de ayudar a nuestros hermanos menos afortunados"
("El sacerdocio administra los servicios de bienestar", Liahona, marzo de 1980).
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