“No basta con abstenernos del adulterio. Debemos convertir en sagrada la relación matrimonial, sacrificarnos y esmerarnos por mantener la calidez y el respeto de los que gozamos durante el cortejo. La intención de Dios es que el matrimonio sea eterno, sellado por el poder del sacerdocio a los efectos de que perdure más allá del sepulcro. Los actos diarios de cortesía y bondad llevados a cabo consciente y amorosamente son parte de lo que el Señor espera en un matrimonio”
(Spencer W. Kimball Liahona, febrero de 1978, pág. 8).
(Spencer W. Kimball Liahona, febrero de 1978, pág. 8).
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