“La impureza sexual del mundo contemporáneo es el resultado de la pérdida de la verdadera virilidad por causa del desenfreno. Los pensamientos impúdicos han llevado a palabras impúdicas, y las palabras impúdicas, a acciones impúdicas. Las enseñanzas de la Iglesia colocan al adulterio y a la falta de castidad sexual como el crimen cuya gravedad está justo por debajo del asesinato. Si los miembros de la Iglesia permanecen fieles a su creencia en la castidad y desarrollan la verdadera virilidad mediante la práctica del dominio propio en ése y otros aspectos, serán cual faros de luz que resplandecerán en un mundo oscurecido por el pecado”(“Christ, the Light of Humanity”, Improvement Era, junio de 1968, pág. 5).
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