“La noción de que Dios puede modificar Sus mandamientos para justificar nuestras transgresiones conduce a las tinieblas espirituales, que sólo la luz del Evangelio puede disipar. Cuando le llevaron a la mujer adúltera, Cristo no trató de atenuar el mandamiento de no cometer adulterio, sino que más bien le aconsejó: ‘…vete, y no peques más’ (Juan 8:11). Él nos promete a todos el perdón con la condición de que nos arrepintamos. Nosotros debemos cambiar, no los mandamientos”
(Robert D. Hales Liahona, Julio de 1996).
(Robert D. Hales Liahona, Julio de 1996).
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