jueves

Thomas S. Monson

Cada uno de nosotros ha venido a esta tierra con todos los medios necesarios para tomar decisiones correctas. El profeta Mormón nos dice: “…a todo hombre se da el Espíritu de Cristo para que sepa discernir el bien del mal”.
Estamos rodeados —y a veces nos acosan— los mensajes del adversario. Escuchen algunos de ellos; seguro les resultarán conocidos: “Sólo esta vez no importará”. “No te preocupes; nadie lo sabrá”. “Puedes dejar de fumar, o de beber, o de tomar drogas en el momento que lo quieras”. “Todos lo hacen, así que no puede ser tan malo”. Las mentiras son interminables.
Aunque en nuestra jornada encontraremos bifurcaciones y vueltas en el camino, simplemente no podemos darnos el lujo de tomar un desvío del que tal vez nunca regresemos. Lucifer, ese astuto flautista mágico, toca su cadenciosa melodía y atrae a los desprevenidos, alejándolos de la seguridad de su camino escogido, del consejo de padres amorosos, de la seguridad de las enseñanzas de Dios. Busca no sólo a lo que se le llama escoria de la humanidad, sino que nos busca a todos nosotros, incluso a los elegidos de Dios. Los métodos de Lucifer son astutos y numerosas sus víctimas.
Les suplico que tomen la determinación aquí mismo, ahora mismo, de no desviarse del sendero que nos llevará a nuestra meta: la vida eterna con nuestro Padre Celestial. A lo largo de ese sendero estrecho y certero hay otras metas: servicio misional, casamiento en el templo, actividad en la Iglesia, estudio de las Escrituras, oración, obra del templo. Hay innumerables metas dignas que lograr en nuestro trayecto por la vida. Se necesita nuestro compromiso para lograrlas.
Por último, hermanos, hablo de los resultados de las decisiones. Todas nuestras decisiones tienen consecuencias, algunas de las cuales tienen poco o nada que ver con nuestra salvación eterna, y otras tienen todo que ver con ella.
(Conferencia General 2 Oct. 2010)

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