"El Señor nos ha dado a todos parte de su autoridad, como poseedores que somos de ese sacerdocio, pero
podemos reclamar los poderes de los cielos sólo sí nos basamos en nuestra rectitud personal. Para que el poder del sacerdocio sea entonces realmente ejecutado en una familia, se requiere la rectitud de sus hombres y jóvenes. Llamamos la atención de todos los poseedores del sacerdocio al hecho de que la relación existente con nuestras esposas, madres y hermanas es tal, que debemos estar en condiciones de arrodillarnos juntos, ya sea en los altares del templo o en nuestros propios hogares, y de servir juntos, uno junto al otro, en una hermosa asociación"
(Spencer W. Kimball, "Los héroes de la juventud", Liahona, agosto de 1976. cursiva agregada).
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