lunes

Thomas S. Monson

En el templo podemos sentirnos cerca del Señor
No creo que haya lugar en el mundo en el que me sienta más cerca del Señor que en uno de Sus santos templos.
Parafraseando un poema:
¿Cuán lejos queda el cielo?
Cerca se encuentra.
En los templos de Dios,
queda justo en donde estamos.
El Señor dijo:
“No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; “sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. “Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón” Mateo 6:19–21.
Para los miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos
Días, el templo es el lugar más sagrado sobre la tierra. Es la Casa del Señor y, tal como la inscripción que se encuentra en el exterior lo declara, el templo es “Santidad al Señor”.
El templo trae paz a nuestras almas
Al tocar el templo y tener amor por él, nuestras vidas reflejarán nuestra fe. Al ir a la santa Casa, al recordar los convenios que allí hacemos, podremos soportar toda prueba y vencer cada tentación. El templo le brinda propósito a nuestras vidas; trae paz a nuestras almas, no la paz que ofrecen los hombres, sino la paz que prometió el Hijo de Dios cuando dijo: “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón ni tenga miedo”.
Existe gran fe entre los Santos de los Últimos Días. El Señor nos da oportunidades para ver si cumpliremos Sus mandamientos, si seguiremos el sendero que siguió Jesús de Nazaret, si amaremos al Señor con todo nuestro corazón, alma, mente y fuerza, y a nuestro prójimo como a nosotros mismos.
Yo creo en el proverbio que dice: “Confía en Jehová con todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas”.
Así ha sido y así será siempre. Si cumplimos con nuestro deber y confiamos plenamente en el Señor, llenaremos Sus templos, no sólo al llevar a cabo nuestras ordenanzas personales, sino al tener además el privilegio de efectuar la obra por otras personas. Nos pondremos de rodillas en altares sagrados como representantes en sellamientos que unirán por toda la eternidad a esposos y esposas con sus hijos. Los jóvenes dignos, tanto hombres como mujeres, a partir de los doce años de edad pueden actuar como representantes de aquellos que han muerto sin las bendiciones del bautismo. Esto es lo que el Padre Celestial desea de ustedes y de mí.
(Por el presidente Thomas S. Monson)

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