
"Cada hombre puede saber por sí mismo que es verdadera a través del don del Espíritu Santo y con la misma seguridad que la que se tiene de que el sol saldrá por la mañana. Sabiendo que es verdadera, cada persona sentirá la necesidad de disciplinarse tal como corresponde a una persona que conoce el significado y el propósito de la vida. . . [y] su responsabilidad. . . ante Dios"
(Gordon B. Hinckley "La verdadera fortaleza de la Iglesia", Liahona, Febrero de 1974).
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