
"No obstante lo anterior, el penitente sincero siempre encontrará maneras de restituir lo que ha hecho hasta donde sea posible. Esto es lo que demanda el verdadero espíritu de arrepentimiento. . .
"También le corresponde al pecador penitente perdonar a todos aquellos que lo hubiesen ofendido. El Señor no tiene ninguna obligación de perdonarnos a menos que nuestros corazones se hayan desprendido completamente de todo odio, resentimiento y acusaciones en contra de otros."
(Kimball La Fe Precede al Milagro, pág. 186.)
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