
"A pesar de estar al alcance de todos los que diligentemente se esfuerzan para obtenerla, la fe, no obstante, es un don divino. Como corresponde a tan preciosa perla, sólo se da a aquellos que por su sinceridad demuestran que la merecen, y en quienes hay indicaciones de que se someterán a sus dictados. Aunque la fe es conocida como el primer principio del evangelio de Cristo, aunque de hecho es el fundamento de la vida religiosa, sin embargo, la fe misma es precedida de una sinceridad de disposición y humildad del alma, por medio de las cuales la palabra de Dios puede efectuar una impresión en el corazón. Ninguna compulsión se emplea para llevar a los hombres al conocimiento de Dios; sin embargo, en cuanto abrimos nuestros corazones a las influencias de la justicia, nos será dada del Padre la fe que conduce a la vida eterna."
(James E. Talmage, Artículos de Fe, págs. 116-118.)
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