"El Señor ha instituido el ayuno de acuerdo con una base razonable e inteligente, y ninguna de sus obras es vana o imprudente; su ley es perfecta en esto como en otras cosas. Por tanto, se requiere que cumplan lo anterior quienes puedan; es un deber que no pueden eludir; mas téngase presente que. . . muchos padecen debilidades, hay otros cuya salud es delicada, otras tienen niños de pecho; a éstos no se les requeriría ayunar. Tampoco deben los padres obligar a los niños pequeños a que ayunen. He visto a niños llorar de hambre el día de ayuno, y en tales casos nada les beneficiará estar sin comer; al contrario, temen la llegada del día, y en lugar de recibirlo con alegría, les causa desagrado; y al mismo tiempo la compulsión engendra en ellos un espíritu de rebelión más bien que amor por el Señor y por sus semejantes. Mejor que obligarlos sería enseñarles el principio y permitirles que lo observen cuando tengan la edad suficiente para decidir inteligentemente"
(Joseph F. Smith Doctrina del Evangelio, pág. 238).
(Joseph F. Smith Doctrina del Evangelio, pág. 238).
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